6-CUADERNO DE BITACORA

“En mi cuaderno de Bitácora descubrirás los detalles que contiene un shooting, así como el flujo de trabajo que se mantiene con una modelo profesional como nadie te lo ha contado nunca”.

Tal como adelanté en el apartado de biografía, mi relación con Marina comienza con una conversación por Instagram.                                                                                          Después de pasarme su teléfono mantuvimos una charla para concretar la sesión y cerrar su tarifa. Durante la conversación le hice saber  mi deseo de  quedar personalmente días antes de la sesión para cerrar detalles. Así fue, Marina aceptó sin problemas y quedamos en vernos el martes 10 de septiembre a las 6 de la tarde en una cafetería de su zona.                                                 

            Sentía que era importante conocerla en persona y, sobre todo, que me conociera a mí, que viera en mí una persona de fiar y con la que iba a trabajar a gusto además de con un profesional. Pretendía ser lo más eficaz posible el día de la sesión y por tanto no quería perder tiempo en romper el hielo ese mismo día, ya que hasta ese momento éramos prácticamente dos desconocidos. La charla se prolongó algo más de 2 horas. Como en cualquier conversación entre 2 personas que no se conocen, comenzamos hablando de cosas banales, experiencias personales, tanto familiares como profesionales, y entre risas y bromas casi sin darnos cuenta  se fue  creando  un  vínculo,  esa conexión que considero imprescindible para que una sesión de retrato fluya   dinámica y natural.

            Hice saber a Marina qué tipo de fotografía quería conseguir de su sesión,  reforcé todos mis conceptos con varias imágenes y algún vídeo para que entendiese algo que yo tenía muy claro pero que quería transmitírselo a ella y no era otra cosa que la actitud que íbamos a trabajar durante la sesión. Para mí es importante y está muy por encima del estilismo, del maquillaje, el peinado o las poses…teniendo todo esto si no éramos capaces de transmitir la actitud adecuada, las fotos no estarían… simplemente serían fotos correctas, pero nada más, y  para esta sesión, tenía grandes pretensiones. En aquel momento no pensaba que aquella sesión iba a convertirse en el contenido principal de esta revista ni mucho menos, de hecho el presupuesto con el que contaba era el preciso para cubrir los honorarios de mi modelo y los gastos mínimos para comprar algo para reponernos en los descansos, pero algo dentro de mí decía que esa sesión iba a ser muy importante para nosotros.

            Había seguido a Marina por redes sociales y sabía que su actitud era uno de sus grandes potenciales. Pensé que podía sacarla de su zona de confort porque con la disposición que  intuía en ella no íbamos a tener problemas. Lo que yo pretendía hacer era muy diferente a lo que yo le había visto hacer anteriormente pero estaba convencido de que llevaba algo escondido y solo habría que utilizar las herramientas necesarias para que terminara saliendo.

            Buscaba una sesión con los dos extremos, por un lado fuerza, carácter y dinamismo y por otro sensualidad y delicadeza. Una vez concretado el maquillaje, que ella misma me dijo que sin problemas se lo haría, y el estilismo que íbamos a usar, básicamente en negros con diferentes texturas y cortes (pantalón de cuero, vestido largo, falda corta con plumas, etc…), algo de ropa interior negra, un abrigo de pelo largo y un par de toallas blancas para ir usando en los diferentes sets, le comenté que cargara su Spotify con la música que le gustaba pero quería que tuviera esos dos extremos, desde algo muy, muy cañero a música más tranquila para momentos más emocionales. Para mí la música es una herramienta de trabajo imprescindible para conseguir la ambientación adecuada al momento y me sirve de hilo conductor para mantener activa constantemente la conexión con mis modelos. Una vez terminada la reunión, el ambiente creado era el óptimo para trabajar. La relación que acababa de nacer estaba en el punto ideal para conseguir unos buenos resultados.

La sesión se concretó para el domingo 15 de septiembre del 2019 en Cádiz en el estudio Escuela de Danza la Tournée, a las 6 de la tarde. Desde una hora antes estaba prácticamente todo listo a falta de hacer las pruebas de luces.

            En punto a las 18.00 horas llegaba Marina al estudio, cargada con una maleta enorme pero con esa sonrisa eterna que le caracteriza. Después de enseñarle las instalaciones, pasamos al vestuario para ir ordenando el estilismo que íbamos a usar en los distintos sets previstos.

            Mientras ella  se  cambiaba  para ponerse el primer outfit y se retocaba de maquillaje y peluquería, yo ultimaba mis esquemas de iluminación. De fondo ya sonaba «Under pressure» de Queen como preludio del nivel de exigencia que ambos teníamos.                                                 ¡Ya estoy lista!, perfecto ¡empezamos!… Eran las 18,56h, aquellos pantalones y guantes de cuero negros y AC/DC con su «Highway to hell» nos lo ponían todo en bandeja  para que en cuestión de minutos fueran apareciendo, uno tras otro, momentos mágicos y llenos de una fuerza arrolladora superior a una bomba nuclear… Ahí estaba Marina, como pez en el agua y tirando de talento porque aquello que veían mis ojos era puro talento.

            Habíamos pasado a modo Fórmula 1, de 0 a 100 en poco más de 2 minutos, eso sólo se podía conseguir con el trabajo que habíamos hecho previo a la sesión y con la predisposición que ambos llegábamos a ese momento. Tenía claro que la sesión de ese día iba a tener un carácter muy marcado, tenía delante a una modelo con los conocimientos y la actitud adecuada para conseguirlo.

            Una pared  blanca, un taburete sólo para empezar a coger ritmo y un único punto te luz dura, eran los únicos medios que yo necesitaba en ese momento.

            La fuerza que transmite una única fuente de luz pequeña (campana pequeña sin grip), hacía de aquel esquema de luces el ideal para el momento. Aquel set me permitía una escena de mucho movimiento, muy dinámica, me daba mucha libertad… no iba a tener la necesidad de estar pendiente de si mis luces estaban al milímetro exacto y concentrarme en ella exclusivamente.

Era importante empezar con un buen ritmo y causar una buena impresión si quería conseguir feedback. Además este esquema  generaba el alto contraste que yo buscaba en ese momento. Una única fuente de luz, en este caso el Godox AD600 con una pequeña campana y a una distancia de ella de aproximadamente 4 metros y a una altura de 2,5 metros, conseguían proyectar las sombras sobre la pared blanca del estudio justo con la intensidad y la inclinación que yo conocía de antemano porque lo había usado con éxito anteriormente.

              Todo iba según lo previsto,  el  visor de mi cámara me confirmaba que tenía las primeras imágenes buscadas.

A las  19,10 horas  propongo  el  siguiente cambio de vestuario, pero seguíamos manteniendo el mismo ambiente, el mismo esquema de iluminación y la misma intención pero ganando en sensualidad con «Survivor» de Destinys Child, Marina estaba haciéndolo  increíble y apenas necesitaba instrucciones. De nuevo ya tenía la foto que buscaba.

            A las 19,35 horas después de casi 40 minutos en el mismo set y con 2 cambios de vestuario, decido bajar el ritmo de la sesión, ambos lo merecíamos. Cambiábamos radicalmente de intención, yo le había propuesto  con  anterioridad  que  íbamos  a buscar unas fotos al más puro estilo de Mario Testino, su clásica imagen de una hermosa modelo envuelta en toallas blancas y así fue.                                                          

            Un sofá negro de piel rodeado de mamparas translúcidas, me proporcionaban la ambientación adecuada para la escena. Cuatro flashes proyectados sobre las paredes blancas incidían de rebote sobre las mamparas  generando una luz suave y envolvente, muy natural, acorde al momento. Marina lucía radiante, envuelta en una toalla blanca con su pelo recogido en otra. Un poco de aceite en la piel, una barra de carmín rojo y para el caso dos bellas canciones del admirado por ambos, Javier Ruibal «A favor de tu piel» y «Para llevarte a vivir» hacían el trabajo casi por nosotros.

            A pesar de que el ritmo de la sesión era muy diferente, mucho más pausado, se seguía conservando la química adecuada entre modelo y fotógrafo.

            Aquel set fue el más elaborado de todos puesto que suponía introducir en escena elementos que normalmente no solía usar en plató. Supuso un esfuerzo extra ya que tuve que trasladar hasta allí un sofá y hasta 8 mamparas traslúcidas para lo que tenía en mente hacer. Hoy te puedo reconocer que mereció el esfuerzo todo aquello aunque fuese sólo para las 3 fotos que fueron seleccionadas. Con una sola imagen ya hubiera merecido la pena. De nuevo las fotos que había imaginado las tenía registradas en mi cámara.

“Pienso que lo más importante para que algo salga bien es mantener la actitud adecuada en cada momento, en aquella situación tanto nuestra formación como profesionales como nuestra actitud estaban resultando impecables, los frutos estaban garantizados”.

Después de haber superado con éxito los dos primeros sets, el primero muy sencillo para romper el hielo pero que sabía que me había proporcionado muy buenas imágenes,  y  un  segundo set   bastante  elaborado pero igual de satisfactorio,  volvía a sentir en la barriga esa extraña sensación de “miedo escénico”, el típico miedo a fallar porque todavía quedaba mucho por hacer y el listón que nos habíamos puesto los dos había quedado muy alto y cualquier despiste de alguno podría tirarlo todo por tierra y arruinar  todo lo que tenía en mente hacer. Pero eso no iba a pasar, los dos estábamos enchufados y disfrutando con lo que estábamos haciendo.

“Amo la luz dura. La libertad que me permite, replicar la luz del sol o el carácter que le otorga a mis imágenes, hacen que la luz dura sea siempre una de mis primeras opciones en mis esquemas de iluminación”.

Llegábamos a la mitad de la sesión, eran las 20,20 horas y por delante el momento más delicado pero también en el que tenía más ilusiones puestas.

            Se trataba de un set muy simple de nuevo un fondo blanco liso y un solo punto de luz dura tamizada, esta vez por un cartón cortado en bandas para dirigir mi haz de luz donde yo quería. Buscaba una sola fotografía, me conformaba con una sola imagen de aquel set, se trataba de un primer plano de Marina. Quería un retrato con mucho carácter, rostro serio pero con una mirada extremadamente intensa. Sabía que por delante tenía todo un reto, sacar a Marina de su zona de confort. La mayoría de las imágenes que conocía de ella eran sonriendo, Marina tiene una sonrisa espectacular, completamente natural, muy pura y que luce casi constantemente. Tenía que ser capaz de conseguir sacar esa otra Marina más  íntima,  en  ese momento le estaba pidiendo que abriera su alma, sin escudarse en nada, sin esconderse detrás de una sonrisa o de refugiarse en el escorzo de una pose, buscaba la honestidad de su persona, necesitaba que me permitiera asomarme a lo más profundo de su ser sin ninguna condición.

Decía uno de mis fotógrafos fetiche, el recientemente fallecido Peter Lindbergh, que el retrato de una persona sonriendo transmitía felicidad y pocas emociones más, pero el retrato de una persona con el rostro serio podía transmitir un abanico inmenso de emociones. Era eso precisamente lo que buscaba, tenía que usar todo lo que tuviera a mi mano para poder conseguirlo.

Tras el descanso emocional y físico que había supuesto el set anterior, ahora de nuevo en el vestuario y mientras bebíamos un poco de agua y ella  se retocaba el maquillaje para seguir, fui  situando  emocionalmente a Marina.

            De entrada quería la imagen de un rostro muy concreto, pelo  húmedo y en los ojos unos ahumados muy marcados para hacer la mirada mucho más intensa, un labial más oscuro… la imagen era un plano bastante cerrado. Le pedí que por arriba usara  un «palabra de honor» que le permitiera tener los hombros, clavículas y cuello totalmente visibles.

            Esta vez sería Robbie Williams con su «Feel» quién ayudaría a conseguir la foto. No fue fácil, para estos casos se suele usar la luz de modelado como ayuda para indicarnos dónde iba a caer la luz, pero todos sabemos que esto no es exactamente así y necesité de varios minutos para conseguir que la luz de destello cayera exactamente dónde y cómo yo quería.

            De nuevo la actitud de Marina fue increíble, su mirada, sus manos, su pelo, sus labios hablaban el lenguaje que yo buscaba. En ese momento sentí que la sesión podría haber acabado ahí, yo estaba completamente satisfecho con el resultado y sólo por esa foto merecía la pena aquella sesión.

A pesar de tener la sensación de estar plenamente satisfecho con los resultados, decidí que la sesión continuara con lo que teníamos previsto, el show debía continuar, Queen lo gritaba a voces «The show must go on» sonaba en aquel escenario tan particular.

            Eran las 20,44 horas y por delante teníamos 4 cambios de ropa más, así que había que aprovechar bien el tiempo. En mente tenía dos esquemas de iluminación que sabía que eran una garantía, los había usado muchas veces y siempre habían funcionado bien. El primero de ellos consistía en aprovechar los recursos arquitectónicos del lugar, usando el desmarque que tenía una de las paredes laterales de aquella sala. De nuevo como protagonista la luz dura de un solo flash elevado y alejado lo suficiente como para poder proyectar de forma lateral la sombra que provocada la esquina de aquella pared sobre mi modelo. Yo me situaba en el lateral contrario a mi luz principal, en este caso la luz era importante pero las sombras que se generaban cobrarían un protagonismo igual o mayor.

Para levantar sombras por el lado contrario a la luz principal, coloqué un sofbox apuntando al suelo en el que había  puesto   un reflector blanco,  esto generaría un catchlight en los ojos de Marina difícil de conseguir de cualquier otra forma.

            Éste es un esquema que me gusta mucho usar  porque replica de una manera muy natural la entrada de luz por una ventana, nos permite muchísimo movimiento tanto a mí como a mis modelos, y genera una transición abrupta entre las luces y las sombras de mis imágenes y por tanto un alto contraste que le da mucha fuerza, propia de una fuente de luz pequeña.

            Para el estilismo seguimos usando el mismo lenguaje, el negro como principal protagonista. Comenzando con un top y falda corta con plumas negras y que cambiamos por un vestido largo negro con grandes aberturas .

            Eran ya las 20,54 horas, y tocaba  bajar  de  nuevo  el ritmo  buscando  la sensualidad de aquellas piernas que se entrelazaban con la melodía del piano de Bruno Mars en su «When I was your man». La sesión anunciaba su fin más pronto que tarde… En mi mente todavía la posibilidad de dos cambios de vestuario más, uno de ellos con el otro esquema que controlaba con experiencia que no era otro que una umbrella enorme a la altura de mi cabeza para usarla en cenital sobre el sin fin blanco y poder tomar retratos en el suelo al más puro estilo de Peter Coulson, otro de mis fotógrafos de referencia. Una luz tan envolvente y suave me pedía un retrato más emocional, menos agresivo y para este momento teníamos preparado un jersey blanco de punto  sobre ropa interior negra que junto al bronceado de su piel le daban la cantidad de contraste tonal necesario para equilibrar aquella luz tan suave… En nuestros oídos Sabina con su «Y sin embargo» y «Más de 100 mentiras» nos permitían arañarle  al  universo  una foto más, muy diferente a las anteriores, muy natural, pero muy sincera, mostrando la versión más noble de  Marina en toda la sesión. Con el adiós dispuesto en mi boca, me quedaba la última bala en la recámara. El último outfit. Había sido dispuesto así como colofón a una sesión súper intensa y muy completa de la que estábamos muy satisfechos los dos puesto que ella había podido ir siguiendo los resultados  a la vez que yo.

            Se  hacía  tarde  y  había que concluir. A las 21.33 horas y mientras sonaba de Cheryl Cole su «Fight for this love», Marina se situaba  para terminar de nuevo tal y como comenzábamos, en el mismo set del principio. De  nuevo  nuestro nivel de energía estaba arriba, ya estaba todo hecho, lo que saliera de ahí iba a suponer un regalazo… con lo conseguido hasta ese momento estábamos  encantados  los dos.  Con el subidón  de  adrenalina que te da la satisfacción del trabajo bien hecho comencé a disparar por última vez en la sesión sin poder intuir lo que saldría de ahí… En menos de 2 minutos fuimos capaces de conseguir otro momento mágico, increíble pero cierto cuando todo apuntaba a su fin, acababa de salir la bola del premio gordo, la que considero que es para mí la imagen más representativa de la sesión (imagen de la página 41). Un contraposto espectacular que se podía disfrutar debajo de aquel abrigo de pelo largo. Una imagen de una belleza tremenda que derrochaba una fuerza arrolladora y que parecía haber sido reservada para ese preciso momento.

Cuando uno sabe que tiene las fotos que buscaba no es necesario continuar y así lo hicimos. A las 21.35 horas disparé mi última foto. En apenas dos horas y media de sesión habíamos concluido nuestro trabajo y de una forma brillante. Teníamos culminada una sesión en la que habíamos disfrutado muchísimo tanto trabajando como del trabajo del otro. Una sesión que tuvo siempre una coherencia, un ritmo, una intención clara, que fue evolucionando de manera natural con las subidas y bajadas de intensidad necesarias para que el rendimiento fuera el deseado. Y que dio como resultado estas imágenes que ves, confirmando la enorme tesitura de registros de los que Marina es capaz, pasando de su versión más animal a la versión más dulce y delicada.

            Utilizando una reflexión de nuevo de Joaquín Sabina que decía que “una buena canción tenía que tener una buena letra, una buena melodía, una buena interpretación y algo más que nadie sabe lo que es y que es lo que la hace buena y es lo único que importa: alma, corazón y vida». Si en algún momento una sola de estas imágenes ha provocado ese algo más… misión cumplida.

            Mientras la acompañaba a la puerta para despedirla, agotados pero tremendamente satisfechos, al fondo de aquella habitación, ahora vacía, sonaba la última canción de aquel maravilloso día, Michael Jackson interpretaba a solas «Liberian girl».                                                   Ultima entrada de mi cuaderno de Bitácora de esta sesión en estudio con Marina.